El hombre siempre ha tratado de encontrar un remedio para sus dolores. En la antigüedad, el remedio lo encontraba en la propia naturaleza. La corteza de sauce ha sido desde tiempo inmemorial el tratamiento contra la fiebre y el dolor. Es decir, un antipirético y analgésico. A partir de la Edad Media y hasta aproximadamente el siglo XVIII, la corteza de sauce quedó en el olvido. De nuevo en 1763, cuando Edward Stone presentó un informe en la Real Sociedad de Medicina Inglesa referente a las propiedades terapéuticas de la corteza de sauce blanco (Salix alba), se abrió otra oportunidad a este extracto vegetal tan utilizado tiempo atrás.
Edward destacó su efecto antipirético tras haberlo administrado con éxito en 50 pacientes que sufrían estados febriles.En concreto, el extracto de la corteza de sauce contiene un principio activo con propiedades terapéuticas como calmar la fiebre y aliviar el dolor. Las posteriores investigaciones sobre la corteza del sauce condujeron al principio activo de esta planta que los científicos llamaron salicina, que es un análogo del ácido salicílico y del ácido acetilsalicílico.
ÁCIDO ACETILSALICÍLICO
En 1853, el químico francés Charles Frédéric Gerhardt hizo un primer intento de acetilación de la salicina pero la solución contenía demasiados efectos secundarios e impurezas. Aún así, sus experimentos fueron recogidos en la literatura científica del momento, aunque a la vez olvidados por la comunidad médica.En 1859, Herman Kolbe obtuvo por síntesis química el ácido salicílico. Este compuesto presentaba algunos inconvenientes, como su excesivo sabor amargo y la irritación en el estómago que provocaba su ingestión. Cuarenta y cuatro años más tarde, Félix Hoffmann, un químico de la empresa Bayer, recupera del pasado estas investigaciones.
La investigación de Hoffmann dio con un producto con los usos terapéuticos deseados, más estable y puro químicamente y sin los efectos indeseables del ácido salicílico.Su eficacia terapéutica como analgésico y antiinflamatorio fue descrita en 1899 por el farmacólogo alemán Heinrich Dreser. Ese mismo año fue patentado con el nombre de Aspirin®.
El nombre de aspirina viene del vocablo "Spiraea", que en botánica designa una familia de plantas y de ahí la sílaba "spir". La letra "A" indica el proceso de acetilación al que se somete al ácido salicílico para convertirse en ácido acetilsalicílico. La sílaba "in" era una terminación empleada con frecuencia para los medicamentos en aquella época.
Anda, qué interesante. Carmen.
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